La fiesta del Corpus Christi nos invita a entrar en el misterio de la Eucaristía, "misterio
que se convierte en el factor renovador de la historia y de todo el
cosmos. En efecto, la institución de la Eucaristía muestra cómo aquella
muerte, de por sí violenta y absurda, se ha transformado en Jesús en un
supremo acto de amor y de liberación definitiva del mal para la
humanidad"[1].
La
Eucaristía, sacramento del amor, aviva en nosotros la conciencia de que
donde hay amor brilla también la esperanza, pues allí donde el ser
humano se siente amado, experimenta la salvación de Dios y descubre que
es posible la esperanza.[2]
Desde
este misterio de amor y de esperanza, que es la Eucaristía, los obispos
de la Comisión Episcopal de Pastoral Social invitamos a todos los
cristianos, y de manera especial a cuantos trabajáis en la acción
caritativa y social, a abrir los ojos al sufrimiento de nuestros
hermanos más pobres, a escuchar el clamor de los pueblos que padecen
hambre y a construir juntos espacios de esperanza.
Miremos la realidad desde los pobres
«He
visto la opresión de mi pueblo» (Ex 3,7), dice Dios. La caridad
comienza por abrir los ojos a la realidad, pero la realidad se puede
mirar y valorar de diferentes maneras. Podemos ver la realidad desde el
beneficio de las grandes empresas, desde el fluir de los préstamos
bancarios, desde los intereses del mercado, desde la reducción del
déficit y los resultados macroeconómicos o podemos leer la realidad
desde el número de los parados, desde los desechados por el sistema,
desde las rentas mínimas, desde los índices de pobreza, desde los
recortes de los derechos sociales.
Nosotros
queremos ver la realidad con los ojos de Dios, desde el lado de los
pobres, como nos pide también el Papa Francisco.[3] Una mirada así,
desde la realidad y los derechos de los pobres, nos permite señalar
algunos indicadores verdaderamente preocupantes:
- Tras
más de seis años de crisis, las personas que no padecen ningún
tipo de exclusión social se han convertido en una estricta minoría.
- La
fractura social entre aquellos que se encuentran en la franja de
integración y los que se encuentran en situación de exclusión se
amplía, llegando un sector de la población a una situación
insostenible.
- Entre ambos grupos, unas clases medias que decrecen y transitan, en buena parte, hacia espacios de exclusión.
- Los
datos más recientes de algunos estudios sociales[4] y la
experiencia de nuestras Cáritas, nos hacen sentir una gran
preocupación por el aumento progresivo de la desigualdad, por la
reducción de los servicios sociales, por las dificultades para
acceder a la vivienda, por la bajada en el nivel medio de la renta,
por el índice creciente de la pobreza infantil.
Escuchemos el clamor de los pueblos
Nuestro
Dios, que tiene ojos abiertos para ver, tiene también oídos atentos
para escuchar a su pueblo: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y
he oído sus quejas contra los opresores, conozco sus sufrimientos» (Ex
3,7). Y hoy hemos de escuchar «el clamor de pueblos enteros, de los
pueblos más pobres de la tierra» (EG n. 190) que no solo tienen derecho a
la comida o a un decoroso sustento, sino también a otros bienes que les
permitan vivir con dignidad, lo que implica educación, acceso al
cuidado de la salud, acceso al trabajo y a otros medios de
desarrollo[5].
Esta es la llamada que nos hace Caritas Internationalis en su campaña “Una sola familia, alimentos para todos”,
que queremos acoger y secundar también en el Día de la Caridad. No
podemos olvidar que, según la FAO, hay más de 845 millones de personas
con hambre crónica en el mundo, lo que constituye un verdadero motivo de
escándalo, pues sabemos que existe alimento suficiente para todos y que
el hambre se debe a la mala distribución de los bienes y de la renta,
problema que se agrava con la práctica generalizada del derroche y el
desperdicio de alimentos.[6]
Generemos espacios de esperanza
Ante
el sufrimiento de los pobres y el clamor de los pueblos, no podemos
quedar inactivos ni sumidos en la indiferencia y el desaliento. Las
palabras de Jesús: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced esto en memoria mía” (Lc,19) son una invitación a hacernos
don, alimento, esperanza para los pobres. Así nos lo recuerda el Papa
Francisco: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser
instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de
manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad: esto supone que
seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo»
(EG n.187)
Ser
instrumentos de liberación y promoción de los pobres, significa hoy
–según nos dice Cáritas en su Campaña- construir espacios que sean
germen de un futuro distinto y generen esperanza. Y generamos espacios
de esperanza en medio de una sociedad asfixiada por la crisis:
- Cuando
respondemos con gestos sencillos y cotidianos de solidaridad ante las
necesidades de los hermanos y cambiamos nuestros hábitos alimentarios
evitando el desperdicio de alimentos.
- Cuando
reconocemos la función social de la propiedad, el destino universal de
los bienes y defendemos los derechos de los más pobres aún a costa de
renunciar los más favorecidos a algunos de sus derechos.
- Cuando
creamos una nueva mentalidad que nos lleva a pensar en términos de
comunidad y a dar prioridad a la vida de todos sobre la apropiación
indebida de los bienes por parte de algunos.
- Cuando
contribuimos a una economía al servicio del ser humano, no del dinero y
el mercado, y rechazamos y denunciamos la economía de la exclusión y
del descarte que mata.
- Cuando
apostamos por los más débiles, promovemos el desarrollo integral de los
pobres y cooperamos para resolver las causas estructurales de la
pobreza.
Con esta campaña
Cáritas quiere ayudarnos a tomar conciencia del gran papel que jugamos
cada persona, cada familia, cada comunidad, en este momento de la
historia. Es una invitación a construir espacios de vida, de novedad, de
justicia, de fraternidad, para restaurar los derechos de todas aquellas
personas que viven en situación de pobreza y vulnerabilidad.
Por
eso, con palabras de Francisco os decimos: «no os dejéis robar la
esperanza». Desde el misterio de la Eucaristía, vida entregada para la
vida del mundo, os animamos aquí y ahora, en este momento de nuestra
historia, a mirar la realidad desde los pobres, a escuchar su clamor y a
generar cada día pequeños espacios de esperanza.
Madrid, 15 de mayo de 2014
Comisión Episcopal de Pastoral Social
[1] BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis, 10.
[2] Cfr. Mt 26, 26-28; Jn 15,3; 1Cor 10,17; 11, 17-34; Cfr. Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 59.
[3] Cfr. FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 187-192. En adelante EG.
[4]
Nos referimos a los datos de Eurostat (2013) y al estudio “Análisis y
Perspectivas 2014” de la Fundación FOESSA, publicado el 27 de marzo de
2014 bajo el título “Pobreza y Cohesión Social”.
[5] Cfr. FRANCISCO, Exhortación Evangelii Gaudium, 192.
[6] Cfr. FRANCISCO, Exhortación Evangelii Gaudium, 191.
RUEDA DE PRENSA DE PRESENTACIÓN DEL MENSAJE:
(22 de junio de 2014)