30 de octubre de 2011

Ejercicio con responsabilidad moral del derecho al voto


Como ya es conocido por todos, los ciudadanos estamos convocados el 20 de noviembre a unas elecciones generales. Si siempre éste es un momento importante, en esta ocasión, teniendo en cuenta la situación económica y social crítica en que nos encontramos, adquiere una significación especial.

Los cristianos debemos ejercer «el derecho al voto con libertad y responsabilidad», como nos recuerda la Instrucción pastoral de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española "Los Católicos en la vida pública" en su número 122, instrucción que indica en el 118 el sentido del voto: «el motivo determinante al emitir el voto consiste en elegir aquellos partidos y aquellas personas que ofrezcan más garantías de favorecer realmente el bien común considerado en toda su integridad». Concreta más: en el bien común hay que considerar las necesidades de la mayoría de la población, especialmente de los más necesitados, antes que los mismos derechos particulares de los grupos más privilegiados» (nº. 120). Dicho de otro modo, los criterios de decisión no pueden ser mis intereses (personales, familiares, corporativos), ni las simpatías partidistas ni ideológicas, ni las estrategias propias del juego del ejercicio del poder. «Tenemos que ejercer este derecho con la máxima responsabilidad moral» (nº. 123), valorando las diferentes propuestas programáticas ayudados por los criterios que nos facilita la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y teniendo muy presentes las necesidades de los sectores sociales más desfavorecidos.

Este año, precisamente, estamos celebrando el aniversario de dos Encíclicas transcendentes en la configuración de la DSI: los cincuenta años de "Mater e magistra" de Juan XXIII y los treinta de "Laborem Exercens" de Juan Pablo II. Nos recuerdan estos documentos del magisterio social dos principios fundamentales que hemos de tener presentes a la hora de decidir nuestro voto. El primero, la sagrada dignidad de la persona: no puede haber ninguna otra consideración (económica, política y/o social) que justifique cualquier ataque a esa dignidad o posponerla para un futuro. En segundo lugar, la centralidad del trabajo como expresión de esa dignidad, por ser aquel el trabajo- realizado por un ser humano. ¿Cómo es tratada la persona y el trabajo en los diferentes programas políticos?, ¿las propuestas concretas apuntan a un desarrollo de la persona en todas sus dimensiones y la dignificación del trabajo?,  ¿ favorece el acceso a un trabajo digno a todos los ciudadanos?, ¿permite la integración social de aquellas personas y colectivos que más dificultades tienen? son algunas de las preguntas que hemos de hacernos.

Obviamente, ante una convocatoria electoral, también hemos de tener presente lo que podríamos denominar  el realismo político. No existe ni puede existir una fuerza política que exprese en su programa toda la riqueza de la DSI y, mucho menos, la traducción en propuestas operativas de la fuerza del Evangelio. Más claro: no hay partidos católicos. Por tanto, no podemos buscar la proposición política perfecta. Hemos de decidir aquella que, en conciencia, entendamos que más pueda acercarnos a un modelo de sociedad y de convivencia que se aproxime mejor a la concepción que emana de nuestra fe. De ahí que pueda existir una pluralidad de voto de los cristianos. Recordamos, lo importante es «ejercer este derecho con la máxima responsabilidad moral, teniendo en cuenta el conjunto de bienes materiales, morales y espirituales que constituyen el bien común de nuestra sociedad» (Los católicos en la vida pública, nº 123).

27 de octubre de 2011

Los cristianos y las elecciones generales

El Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera convoca de nuevo el FORO “CRISTIANOS EN LA SOCIEDAD”. En esta ocasión el contenido del mismo será: "Los cristianos y las elecciones generales".
Tendrá lugar el jueves 3 de noviembre de 2011, a las 20.00 horas en la Casa de Acción Católica.
El FORO “CRISTIANOS EN LA SOCIEDAD” se configura como un espacio en el que generar diálogo y debate sobre la presencia de los cristianos laicos en la sociedad desde la referencia de la Doctrina Social de la Iglesia.
Lo impulsa el Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera atendiendo a las propuestas del Documento Episcopal "La Pastoral Obrera de toda la Iglesia" relativas a "impulsar la participación de los laicos en la vida pública a través de las instituciones políticas, sindicales, culturales, sociales, ...." (nº 13), "ayudar a dar a conocer la Doctrina Social de la Iglesia y sus exigencias" (nº 22) y contribuir a la "formación social, en orden al conocimiento, profundización, aplicación y difusión de la Doctrina Social de la Iglesia, de la formación de la conciencia social de los cristianos y del compromiso de los mismos en las realidades temporales". (nº 30).
Así mismo, como no podía ser de otra forma, el Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera pretende contribuir a la consecución de los objetivos de nuestro Plan Diocesano de Pastoral Obrera desde los fines que le son propios, en esta ocasión el objetivo 8: Ofrecer en el diálogo fe-cultura la propuesta cristiana
sobre temas de actualidad.
Como ya hemos dicho más arriba en esta ocasión el aspecto sobre el que vamos a dialogar serán las próximas elecciones generales del 20 de noviembre y los criterios para situarnos ante ellas que nos ofrece la Doctrina Social de la Iglesia.
También, en la línea de aunar esfuerzos y promover la comunión que pretende nuestro Plan de Pastoral, este acto es convocado conjuntamente por:
  • DELEGACIÓN DIOCESANA DE APOSTOLADO SEGLAR
  • ESCUELA DIOCESANA DE FORMACIÓN
  • ACCIÓN CATÓLICA GENERAL (ACG)
  • HERMANDAD OBRERA DE ACCIÓN CATÓLICA (HOAC)

26 de octubre de 2011

Reflexión de la HOAC ante las elecciones del 20-N

    
Las elecciones siempre son un momento importante en el desarrollo de la vida democrática. Pero estas elecciones, el próximo 20 de noviembre, son especialmente importantes, dada la situación en que se encuentra nuestra sociedad. En particular, por el sufrimiento que la crisis económica y las políticas que se están llevando a cabo están provocando en tantas familias trabajadoras.
Reflexión de la HOAC ante las elecciones del 20-N
Desde la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), como movimiento eclesial en el mundo obrero y del trabajo, pensamos que estas elecciones deben servir para expresar con nuestro voto la necesidad de cambiar de raíz la orientación de las decisiones políticas que se están tomando desde hace muchos años, tanto con gobiernos del PP como del PSOE y, particularmente, las decisiones que se están llevando a cabo para hacer frente a la crisis…

Está en juego el propio futuro de la democracia, el respeto y la promoción de los derechos sociales de personas y familias, las conquistas alcanzadas con muchos años de luchas y sacrificios (derechos laborales, servicios públicos…), la posibilidad de un futuro justo y humano, y, sobre todo, los derechos de las personas empobrecidas. En definitiva, la vida de las personas en todas sus etapas y circunstancias.
Como dice el Papa Benedicto XVI en su encíclica “Caritas in veritate”: “El primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad” (n25).

Y creemos que este principio fundamental para la justicia y la dignidad en la vida social, no se está teniendo en cuenta en muchas de las decisiones políticas que se están tomando.

Es verdad que el cambio de orientación de las decisiones políticas, no depende sólo de las próximas elecciones.

Depende también de cómo nos situemos en nuestra vida cotidiana, de qué reivindicaciones planteemos, de qué compromisos asumamos, de cómo nos hagamos, o no, responsables de la vida social en los distintos ámbitos en que nos movemos…

Depende, en definitiva, de sobre qué valores, formas de vida y principios queremos construir nuestra sociedad.

Situados en este horizonte, queremos ahora centrarnos en lo que está en juego en las próximas elecciones. Durante años se han tomado decisiones que han desviado cada vez más recursos sociales desde la economía productiva real y la inversión del Estado, hacia una economía financiera especulativa, que produce ganancias económicas mayores y más rápidas, pero un falso crecimiento económico.

Se han rebajado los impuestos a las rentas más altas; se ha incrementado la rentabilidad del trabajo, precarizando cada vez más el empleo y debilitando los derechos laborales; se han abierto los servicios públicos al negocio privado…

¿SOBRE QUÉ VALORES, FORMAS DE VIDA Y PRINCIPIOS QUEREMOS CONSTRUIR NUESTRA SOCIEDAD?

Detrás de estas políticas existe una perversión de la economía y una inversión de su sentido, al poner los beneficios privados de las estructuras capitalistas y de los mercados financieros y de sus responsables, por encima de las necesidades sociales de la mayoría de las personas.

Como comunidad cristiana hemos de decir con toda claridad que esto no debe ser así. Una economía funciona bien sólo cuando responde a las necesidades de las personas. Esa y no otra debe ser su finalidad.
Este funcionamiento desviado de la economía es el origen de la crisis. Crisis, que ha castigado a los sectores más empobrecidos y vulnerables de nuestra sociedad, al destruir buena parte de la economía real y del trabajo, incrementado, hasta límites insoportables, el paro. Las medidas tomadas contra la crisis por los gobiernos de España y autonómicos, no sólo no lo han corregido, sino que han agravado la situación.

Además las sucesivas reformas laborales no han aportado nada para combatir el paro y se han puesto mayores dificultades para acceder en el futuro a una pensión justa y digna. Se han debilitado aún más los derechos sociales y los servicios públicos con los recortes que se están produciendo con el pretexto de reducir el déficit público.

Una decisión especialmente grave ha sido la reforma de la Constitución. Para decidir, nada menos que con rango constitucional, que se da prioridad al pago de la deuda, para que continúe funcionando el negocio financiero, sobre las necesidades sociales.

Todo esto está significando un vaciamiento de contenidos de la democracia. Cada vez existe menos transparencia en lo que se hace y se hurta más a los ciudadanos la capacidad de decisión real. No podemos continuar así. Es imprescindible cambiar de raíz el rumbo para poner en primer lugar a las personas, los derechos de los empobrecidos y las necesidades sociales.

UNA ECONOMÍA FUNCIONA BIEN SÓLO CUANDO RESPONDE A LAS NECESIDADES DE LAS PERSONAS

Por todo ello, la HOAC consideramos que en las próximas elecciones, para valorar las distintas propuestas políticas y decidir el voto, es fundamental preguntarse qué medidas concretas se proponen para:
  1. Priorizar las necesidades sociales en lugar de los intereses de los grupos de presión con gran poder económico y subordinar la economía financiera a las necesidades de la economía real.
  2. Dar prioridad real a las políticas de erradicación de la pobreza y a la inversión pública y social dirigida a los sectores más empobrecidos de la sociedad.
  3. Fortalecer el tejido productivo en todos sus sectores, promoviendo un tejido empresarial digno de tal nombre y dar mayor protagonismo a las empresas de economía social, cooperativas, etc.
  4. Revertir las reformas laborales que precarizan el empleo, debilitan los derechos laborales y deterioran las condiciones de trabajo, articulando políticas encaminadas a combatir el desempleo (con especial atención al juvenil) y la precariedad laboral, caminando hacia empleos decentes en condiciones dignas.
  5. Revertir los recortes en los servicios públicos, fortaleciéndolos como garantía de los derechos sociales de las personas y familias, sobre todo en lo que se refiere a educación, sanidad, vivienda y protección social.
  6. Revertir la reforma del sistema público de pensiones, tomando medidas para avanzar en la garantía de pensiones dignas y justas.
  7. Reconocer y promover prácticamente los derechos familiares de las personas y los derechos sociales de las familias.
  8. Revertir todas las decisiones que se han tomado, encaminadas a que las rentas más altas, los beneficios de las grandes empresas y el capital financiero paguen menos impuestos, realizando una reforma fiscal en profundidad, encaminada a una mayor y más justa redistribución de la riqueza social, que facilite al Estado disponer de los recursos para responder a las necesidades sociales básicas.
  9. Promover que el sistema productivo cuide el medio ambiente y caminar hacia un modelo de consumo humano frente al consumismo que devora los recursos, como expresión de nuestra responsabilidad hacia las generaciones futuras.
  10. Fomentar la transparencia y el control efectivo por la ciudadanía de todas las instituciones políticas, la responsabilidad y la formación cívica, como elementos fundamentales para una regeneración democrática que impulse la participación y el protagonismo de la sociedad en la vida política y en la toma real de decisiones.
Se trata, en definitiva, de poner en primer lugar a las personas, los derechos de los empobrecidos y las necesidades sociales.

Comisión Permanente de la HERMANDAD OBRERA DE ACCIÓN CATÓLICA


Para descargar el documento: pinchar aquí.

22 de octubre de 2011

Nota de la CEE ante las elecciones generales de 2011

        
1. El próximo día 20 de noviembre estamos todos convocados a las urnas. Con este motivo, los obispos ofrecemos a los católicos y a cuantos deseen escucharnos algunas consideraciones que ayuden al ejercicio responsable del deber de votar. Es nuestra obligación de pastores de la Iglesia orientar el discernimiento moral para la justa toma de decisiones que afectan a la realización del bien común y al reconocimiento y la tutela de los derechos fundamentales, como es el caso de las elecciones generales.

2. En su discurso sobre los fundamentos del derecho, pronunciado el mes pasado ante el Parlamento federal de Alemania, el Papa recordaba que “el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. Se ha referido, en cambio, a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho [...], la razón abierta al lenguaje del ser”. Nosotros hacemos nuestras consideraciones desde ese horizonte de los fundamentos prepolíticos del derecho, sin entrar en opciones de partido y sin pretender imponer a nadie ningún programa político. Cada uno deberá sopesar, en conciencia, a quién debe votar para obtener, en conjunto, el mayor bien posible en este momento.

3. No se podría hablar de decisiones políticas morales o inmorales, justas o injustas, si el criterio exclusivo o determinante para su calificación fuera el del éxito electoral o el del beneficio material. Esto supondría la subordinación del derecho al poder. Las decisiones políticas deben ser morales y justas, no sólo consensuadas o eficaces; por tanto, deben fundamentarse en la razón acorde con la naturaleza del ser humano. No es cierto que las disposiciones legales sean siempre morales y justas por el mero hecho de que emanen de organismos políticamente legítimos.

4. En concreto, como ha señalado el Papa en agosto, aquí en Madrid, la recta razón reconoce que hemos sido creados libres y para la libertad, pero que no actúan de modo conforme con la verdadera libertad quienes “creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces y cimientos que ellos mismos; desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar a cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento”.

5. Por todo ello, hemos de llamar de nuevo la atención sobre el peligro que suponen determinadas opciones legislativas que no tutelan adecuadamente el derecho fundamental a la vida de cada ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, o que incluso llegan a tratar como un derecho lo que en realidad constituye un atentado contra el derecho a la vida. Son también peligrosos y nocivos para el bien común ordenamientos legales que no reconocen al matrimonio en su ser propio y específico, en cuanto unión firme de un varón y una mujer ordenada al bien de los esposos y de los hijos. Es necesario promover nuevas leyes que reconozcan y tutelen mejor el derecho de todos a la vida, así como el derecho de los españoles a ser tratados por la ley específicamente como “esposo” y “esposa”, en un matrimonio estable, que no quede a disposición de la voluntad de las partes ni, menos aún, de una sola de las partes.

6. La grave crisis económica actual reclama políticas sociales y económicas responsables y promotoras de la dignidad de las personas, que propicien el trabajo para todos. Pensamos en tantas familias, carentes de los medios necesarios para subvenir a sus necesidades más básicas. Pensamos también en el altísimo porcentaje de jóvenes que nunca han podido trabajar o que han perdido el trabajo y que, con razón, demandan condiciones más favorables para su presente y su futuro. Son necesarias políticas que favorezcan la libre iniciativa social en la producción y que incentiven el trabajo bien hecho, así como una justa distribución de las rentas; que corrijan los errores y desvíos cometidos en la administración de la hacienda pública y en las finanzas; que atiendan a las necesidades de los más vulnerables, como son los ancianos, los enfermos y los inmigrantes.

7. El ordenamiento jurídico debe facilitar el ejercicio efectivo del derecho que asiste a los niños y jóvenes a ser educados de modo que puedan desarrollar lo más posible todas sus capacidades. Debe evitar imposiciones ideológicas del Estado que lesionen el derecho de los padres a elegir la educación filosófica, moral y religiosa que deseen para sus hijos. En cambio, ha de ser facilitada la justa iniciativa social en este campo. La presencia de la enseñanza de la religión y moral católica en la escuela estatal - como asignatura fundamental opcional - es un modo de asegurar los derechos de la sociedad y de los padres que exige hoy una regulación más adecuada para que esos derechos sean efectivamente tutelados.

8. Recordamos de nuevo que se reconoce la legitimidad moral de los nacionalismos o regionalismos que, por métodos pacíficos, desean una nueva configuración de la unidad del estado español. Y también, que es necesario tutelar el bien común de la nación española en su conjunto, evitando los riesgos de manipulación de la verdad histórica y de la opinión pública por causa de pretensiones separatistas o ideológicas de cualquier tipo.

9. Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, dado que el terrorismo es una práctica intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión justa y razonable de la vida.

10. Ante los desafíos que se presentan a la comunidad internacional, son necesarias políticas guiadas por la búsqueda sincera de la paz, basadas en el respeto al derecho, nacional e internacional, así como en la promoción del entendimiento y de la solidaridad entre los pueblos y las culturas.

Pedimos al Señor de la paz y a su Madre santísima que iluminen a quienes vamos a votar, para que lo hagamos de manera verdaderamente libre y responsable.

8 de octubre de 2011

La HOAC, por el "Trabajo Decente"

El 7 de octubre se celebra la Jornada Mundial por el Trabajo Decente.  La Organización Internacional del Trabajo (OIT) fundamenta la realización de esta Jornada Mundial en razones poderosas. “El trabajo decente es esencial para el bienestar de las personas. Además de generar un ingreso… el trabajo decente sintetiza las aspiraciones de los individuos durante su vida laboral” (OIT).

En las actuales condiciones de crisis económica y financiera, pero también moral y ética, es más importante que nunca que los trabajadores y trabajadoras del mundo entero se manifiesten reclamando su derecho a un trabajo decente y una vida decente.
En nuestro país nos han impuesto una reforma laboral permanente que subordina cada vez más los derechos laborales a los intereses del sistema capitalista. Las estadísticas muestran que estas medidas no dan los resultados que prometían, sino que han supuesto un paso más en la vulnerabilidad que sufren los trabajadores y trabajadoras, especialmente los más empobrecidos.

En el ámbito mundial, hay pocos indicios de que se ponga fin a la crisis del empleo. Cada puesto de trabajo perdido representa un drama humano y desde 2008 se han perdido cerca de 40 millones de empleos; ya son 205 millones las personas sin trabajo y 1.450 millones quienes trabajan con empleos precarios. Mientras, las “recetas” abordadas por las entidades económicas internacionales y los gobiernos (reducir y congelar salarios, eliminar derechos, destruir empleo, desmantelar la protección social, privatizaciones, reformas de la negociación colectiva…) añaden, a la situación de precariedad laboral y vital de muchas familias trabajadoras, la exclusión y marginación como consecuencia de la pérdida del trabajo, la carencia de ingresos básicos, el no poder pagar la hipoteca o el alquiler de su vivienda, etc.
De esta forma, el trabajo, que es un bien fundamental para las personas, se está convirtiendo en empleo precario e indecente, que sacrifica a los trabajadores y trabajadoras al dios de la competitividad y del mercado. Las personas y sus derechos se ven sometidas a las exigencias de una economía indecente y nos hacen creer que esto es algo natural y normal.
Ante esta situación desde la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) queremos hacer un llamamiento a la Iglesia y a la ciudadanía en general, para que tomemos conciencia y nos comprometamos en defender la dignidad humana; es el momento de la participación, de la política, de la responsabilidad. Hemos de reivindicar, desde nuestros movimientos y organizaciones, una economía al servicio de la persona, un trabajo decente y condiciones de vida dignas para todas las personas y familias, como nos recuerda Benedicto XVI en su última encíclica “Caritas in veritate”: un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación.  (Caritas in veritate, 63)

Comisión Permanente HERMANDAD OBRERA DE ACCIÓN CATÓLICA (HOAC)

6 de octubre de 2011

La Iglesia apuesta por un trabajo decente

El 7 de octubre se celebra el Día Internacional del Trabajo Decente. Siempre, pero especialmente en este momento de crisis global, conviene recordar esta celebración.
¿A qué nos referimos con trabajo decente?. La Organización Internacional del Trabajo lo define como contar con oportunidades de un trabajo que sea productivo y que produzca un ingreso digno, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración a la sociedad, libertad para que la gente exprese sus opiniones, organización y participación en las decisiones que afectan sus vidas, e igualdad de oportunidad y trato.
Este concepto concuerda perfectamente con la concepción del trabajo que expresa nuestra Doctrina Social. Tal es así que Juan Pablo II, con motivo del Jubileo del año 2000 apoyó explícitamente este objetivo de la OIT y Benedicto XVI en su Encíclica "Cáritas in Veritate" recoge su preocupación por la violación del trabajo humano haciendo mención a la Encíclica "Laborem Exercens" de la que estamos celebrando el treinta aniversario.
 En el número 63 de "Cáritas in veritate", Benedicto XVI expresa claramente el sentido del calificativo decente aplicada al trabajo: Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación.
Mirando ahora a nuestra realidad, cabe preguntarse: los derroteros que están tomando las denominadas reformas del mal llamado mercado de trabajo (¿las personas pueden ser consideradas mercancías?) caminan en la dirección de un trabajo decente. La simple experiencia nos dice que no: jóvenes que tienen que salir de nuestras ciudades y pueblos a trabajar donde pueden y en lo que pueden (por tanto un trabajo no elegido libremente), familias rotas por la distancia porque el matrimonio tiene que estar trabajando en ciudades diferentes para poder hacer frente a los gastos (no permitiendo satisfacer las auténticas necesidades de la familia), trabajos sin horarios (dificultando las posibilidades de tener otra actividad familiar, social o religiosa), y un largo etcétera.
En este 7 de octubre hemos de proclamar muy alto en medio de la sociedad la apuesta de la Iglesia por un trabajo decente, incluso en esta situación de crisis. Ciertamente somos portadores de Buenas Noticias para los trabajadores y trabajadoras. Pero, ¿podemos afirmar con tal rotundidad que estamos, a nivel personal, de grupo, de comunidad parroquial, de iglesia diocesana, comprometidos efectivamente en este objetivo?