14 de septiembre de 2011

La dignidad del trabajador. 30 años de Laborem Exercens

El 14 de septiembre de 1981, el papa Juan Pablo II firmaba su Carta Encíclica “Laborem Exercens”dedicada al trabajo humano, o más exactamente, «al hombre en el vasto contexto de esa realidad que es el trabajo». Se cumplen, pues, treinta años de esta Encíclica que, lejos de formar parte del pasado, en el contexto social y económico actual supone una novedad que le ilumina.
Con estas letras no pretendemos desgranar este importante documento de la Doctrina Social de la Iglesia. Algunos de sus elementos han sido objeto de diversas actividades por parte de nuestro Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera y contenido del Aula de Verano de nuestra Escuela Diocesana de Formación. Con este artículo simplemente pretendemos rescatarlo del olvido de la mayoría de los cristianos y, como se dice hoy en día, ponerlo en valor.
Efectivamente, en este momento duro y difícil producido por la crisis que no es sólo económica, sino fundamentalmente ética, la “Laborem Exercens” nos ofrece elementos para su lectura desde nuestra condición de creyentes así como pistas y propuestas para hacer al conjunto de la sociedad.
Asistimos a la toma de medidas políticas y económicas por parte de los gobiernos e instituciones internacionales en función de un “ente” denominado mercados. En paralelo, todos los discursos públicos expresan la preocupación por las cifras de desempleo y la necesidad de reformas para reducirlas. En este contexto resulta muy oportuno recordar algunas de las primeras palabras de la Encíclica:
« El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social, si tratamos de vela verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre. Y si la solución, o mejor, la solución gradual de la cuestión social (…) debe buscarse en la dirección de “hacer la vida humana más humana” entonces la clave, que es el trabajo humano, adquiere un importancia fundamental y decisiva.» (Introducción)
Es decir, la cuestión a la que nos enfrentamos hoy es cómo superar la crisis (cuestión social) en la dirección de hacer la vida humana más humana (¿las medidas que se están tomando caminan en esta dirección?. Todo apunta que la vida humana se está haciendo más inhumana -crecimiento del hambre, de la pobreza, de la desprotección social, ...-). Y en todo ello, el trabajo está jugando un papel muy importante, no sólo como un “factor económico”, sino fundamentalmente como un elemento indispensable para la dignidad del ser humano (¿las denominadas reformas del mercado laboral ofrecen más dignidad a la persona del trabajador?. La experiencia nos demuestra que no, que las dificultades para construir un proyecto personal y familiar por las condiciones cada vez más precarias de trabajo no ayudan a potenciar la dignidad de la persona).
Además, nosotros, seguidores de Cristo, no podemos olvidar que el trabajo tiene una dimensión trascendente: « En el trabajo humano el cristiano descubre una pequeña parte de la Cruz de Cristo y la acepta con el mismo espíritu de redención (…) y encontramos siempre un tenue resplandor de la vida nueva » (27). Reducir el trabajo a un simple factor económico o un empleo, como se está haciendo, es eliminar esta dimensión y, por tanto, romper el proyecto que Dios tiene para cada ser humano y la humanidad entera.
Con estas humildes letras hemos pretendido mostrar la actualidad de esta Encíclica y animar a todos los cristianos a su conocimiento para poder posicionarnos coherentemente en la realidad que nos ha tocado vivir y para poder ofrecer sus ricas aportaciones a todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que buscan junto a nosotros salidas a esta situación social que pone en peligro la dignidad del ser humano, centro de la preocupación de “Laborem Exercens”.

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