“No hay peor pobreza material que la que no permite ganarse
el pan y priva de la dignidad del trabajo”. De manera reiterada nos lo recuerda
el Papa.
El trabajo es medio imprescindible de realización personal
de la propia vocación y reconocimiento de la sagrada dignidad de las personas.
Mediante el trabajo construimos la vida social y política y contribuimos al
Plan de Dios para la humanidad. Si falta el trabajo, la dignidad humana está
herida.
Nuestra realidad queda muy bien resumida por dos titulares:
“Cuatro de cada diez
parados llevan más de dos años buscando empleo en Castilla y León. El número de
desempleados de larga duración se ha quintuplicado en la comunidad desde
finales de 2008 “(El Norte de Castilla, 21 de septiembre de 2015)
“El 22% de los chicos
y chicas de entre 15 y 24 años trabaja 'de forma involuntaria' en empleos a
tiempo parcial frente al 4% de la OCDE” (El Mundo, 22 de septiembre de
2015)
Es, por tanto, ineludible reivindicar la necesidad de un
trabajo decente para todas las personas. Debe estar en la agenda política, en
las agendas de las entidades sociales y empresariales y en nuestras agendas
personales. Y también en las propuestas de nuestra Iglesia.
Como seguidores de Jesucristo, el Obrero de Nazareth,
promover y crear un entorno propicio al trabajo decente es esencial para
enfrentar los desafíos actuales de creciente injusticia social y desigualdad,
reforzando al mismo tiempo la dignidad humana y contribuyendo al bien común. No
podemos mirar para otro lado para no ver el sufrimiento humano resultante tanto
de estructuras injustas como del egoísmo de las personas que da lugar a formas
de trabajo precario o mal remunerado, del tráfico de seres humanos y de trabajo
forzado, de variadas formas de desempleo juvenil y de migración forzada.
En España, en Europa y en todo el mundo, el acceso a un
trabajo decente debe ser una meta prioritaria de las políticas públicas y de
las organizaciones sociales, empresariales y sindicales. Es necesaria la
articulación de políticas en España, en la Unión Europea y en el ámbito de
Naciones Unidas de cara a la consecución de este objetivo. Es urgente la
formulación y puesta en práctica de un nuevo conjunto de objetivos de
desarrollo internacionales, junto con unas condiciones de ayuda y unas
políticas económicas.
Afirmamos con el Papa Francisco que “nuestro sueño vuela más
alto. No hablamos solo de asegurar a todos la comida, o un “decoroso sustento”,
sino de que tengan “prosperidad sin exceptuar bien alguno”. Esto implica
educación, acceso al cuidado de la salud y especialmente trabajo, porque en el
trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y
acrecienta la dignidad de su vida” (EG 192).
España, nuestra Comunidad Autónoma, nuestra provincia no es
ajena a la creciente injusticia social, a la creciente desigualdad y a tasas de
desempleo muy superiores a la media europea. Por ello, como cristianos el 7 de
octubre unimos nuestra voz a la de tantas organizaciones y personas que claman
por un trabajo decente para una vida digna.
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